Ya he hablado anteriormente de las pequeñas decisiones que uno tiene que tomar continuamente en el transcurrir de su vida.
Algunas de esas decisiones son difíciles, porque son decisiones que conllevan un gran esfuerzo, el esfuerzo de superarse a uno mismo. De superar un miedo para alcanzar un propósito aparentemente inalcanzable por nosotros, por un bloqueo que nos ponemos nosotros mismos, el de lo que no nos atrevemos a hacer.
Algunas de esas decisiones son difíciles, porque son decisiones que conllevan un gran esfuerzo, el esfuerzo de superarse a uno mismo. De superar un miedo para alcanzar un propósito aparentemente inalcanzable por nosotros, por un bloqueo que nos ponemos nosotros mismos, el de lo que no nos atrevemos a hacer.
Estas son las metas de superación de nuestra vida, aquellas que son difíciles de alcanzar, y que nos cuestan esfuerzo, sudor y lágrimas. Enfrentarlas y superarlas es lo que nos hace crecer como personas. Lo que nos hace grandes y libres en nuestro camino, dándonos la energía, el coraje, la actitud, la perseverancia, para saltar los obstáculos que nos encontramos.
Es como un videojuego, en el que uno tiene que conseguir bonus de fuerza, de habilidad, etc... para vencer a su enemigo. Cada meta de nuestra vida es un bonus, que nos hace ser más fuertes, hasta convertirnos en invencibles.
Y después de la batalla, no solo queda la victoria, queda la satisfacción de haber sido valiente para haberte enfrentadoe a ti mismo, a lo que temías, a lo que no te creías capaz de hacer.
Ese momento, en el que por fin respiras tranquilo, en el que todo lo que temías pasó, ese momento en el que caes en la cuenta que lo conseguiste, es grande. Porque a lo vencido ya no se le teme jamás.
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