Me encanta hacer regalos. Incluso más que recibirlos. Un regalo es una ilusión, mi ilusión de hacer feliz por un momento a una persona querida, con algo que se que le va a gustar, emocionar... Me encanta el momento de entregar mi regalo y esperar nerviosa a que su destinatario lo desenvuelva y vea el contenido. Esa cara, ese gesto, ese momento, es mi recompensa.
Pero no me gusta hacer regalos en Navidad. Tampoco en San Valentín. Ni en Sant Jordi. Ni el día de la madre o el padre. Etc... No me gustan los días de "regalo obligatorio", que solo son invento de los centros comerciales.
Y una vez entras en ese rol ya no se trata únicamente de hacer un "regalo obligado" sino de hacerlo a una "persona obligada". Tu suegro que te cae mal, aquel tío al que solo ves una vez al año...
Yo regalo cuando quiero, y a quien quiero, cuando realmente sale de mi hacer un regalo. ¿Y a quien no le gusta recibir un regalo el día menos esperado? Esos son los regalos que más me gusta recibir. Los que no espero, los que recibo porque la persona que me lo hizo pensó en mi cuando lo vio en aquel escaparate.
Así que esta Navidad no he hecho ningún regalo. Y he dejado pasar estas fiestas con la satisfacción de no haberme dejado llevar por el tren consumista al que todos se suben, viendo consumirse su paga extra (quien la tenga) al mismo ritmo que se llenan las colas de la caja de las tiendas.
Yo os invito a que reflexionéis sobre el real valor de un regalo, y escojáis sin dejaros influenciar por la sociedad consumista, cuando y a quien deseáis regalar algo.
Comprar un regalo 20€
Coger el metro para ir a comprarlo 1,20€
La sonrisa de quien recibe un regalo un día cualquiera, NO TIENE PRECIO.
2 comentarios:
A eso se le llama hacer regalos para el día de "San Quiero". Totalmente de acuerdo!!
El día de "San Quiero"! Genial!!! nunca se me habría ocurrido!
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