Cuanto tiempo cabe en una hora?
Hay horas en las que cabe mucho tiempo. Horas en las que cada minuto es una eternidad, pasando tan lentas que cada momento puedes saborearlo sintiendo el gusto final que deja en tu boca, como el buen vino.
Hay horas que pasan fugaces, que se viven intensamente, en las que un suceso se agolpa detrás de otro hasta que todo pasa y cuando llega a su fin... wooow! Ha sido como subir a una montaña rusa!
Ahora es momento de saborear el tiempo, como el buen vino.
Siempre me sorprende que existan tantas personas en el mundo a las que no les gusta leer. Porqué no les gusta leer? Si no les gusta leer quiere decir que tampoco les gusta conocer nuevas historias, ni tampoco nuevas formas de pensar. Si no les gusta leer no les gusta imaginar, tampoco la fantasía.
Normalmente aquellos a los que no les gusta leer siempre te dicen... “prefiero ver películas”. A mi también me gustan las películas. Pero hay cosas que no se pueden contar en las películas. Una historia contada en cine nunca será la misma que contada en libro.
En un libro somos libres de imaginar los personajes, de dibujar los escenarios, de emular los sentimientos. Un libro puede durar días, meses. Una película a penas unas horas.
Leer es un momento personal, de inmersión en otro mundo, en una fantasía, la nuestra, la que nosotros dibujamos.
Y qué hay de todos aquellos libros sobre pensamientos? Aquellos que no cuentan historias, solo reflexiones. De esos no hay películas. Entonces, si no te gusta leer no te interesan otras formas de ver o entender el mundo?
Un libro siempre es un gran compañero. Está contigo en cualquier lugar; en la cama, en el sofá, en el parque, en el tren, en la sala de espera del médico. Cualquier lugar es bueno para sumergirte y dejarte transportar a otro mundo.
Y cuando ese mundo te atrapa sientes sed de beber palabras y palabras, no puedes dejar de pasar páginas y páginas una detrás de otra hasta voltear la última y cerrar el libro. Entonces una parte de ti siente nostalgia, de dejar atrás todos esos personajes que tantas horas te acompañaron, pero a la vez sientes la satisfacción de haber sido partícipe de su historia, de haber formado parte de su viaje, y lo guardas dentro de ti, en un lugar donde se acumulan los sueños.
Porque leer es como soñar despierto.
Todos somos como una semilla al nacer. Una semilla destinada a crecer y convertirse en gran árbol.
¿Pero en qué árbol nos convertiremos? Dentro de nuestra semilla hay unas características innatas, una serie de secretos sobre nosotros mismos que debemos de descubrir durante nuestro crecimiento para tomar conciencia de en qué nos convertiremos, qué somos.
Y si observamos, veremos como nuestro tronco se torna grueso y recio, o fino y estilizado, nuestras ramas se alargan y de ellas brotan hojas, de formas puntiagudas, redondeadas, caducas o perennes, puede que incluso de ellas nazcan frutos.
Y con el paso del tiempo veremos el resultado de una vida, seremos un roble, o un abedul, un cerezo o un sauce llorón. Nos habremos convertido en el árbol para el que nuestra semilla fue plantada, descubriéndonos de esta forma a nosotros mismos.
Porque todas las semillas son parecidas, pero los árboles son cada uno muy diferentes.
¿Y tú? ¿Descubriste ya qué árbol eres?
Inspirado en un cuento de Jorge Bucay (Cuentos para pensar)
Siempre me ha gustado escribir. No a todo el mundo le gusta, no todos son capaces de plasmar sobre el papel los pensamientos. Algunos incluso sienten pereza de escribir. ¿Cómo puede dar pereza escribir?
Escribir es como hablar con uno mismo. Mejor dicho, es mejor, porque las palabras quedan grabadas en el papel para siempre. Las que solo se pronuncian se las lleva el viento.
Escribir es el tiempo que nos concedemos a nosotros mismos. Tomamos café con nuestros amigos, compartimos una cena con nuestra pareja, incluso a nuestro perro le concedemos unas palabras diarias. Y a ti mismo? Cuantas palabras te diriges?
Escribir es hablar con nuestro interior, y extraer nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras fantasías, nuestros sueños.
Y no es lo mismo que pensar, porque para escribir, hay que ordenarse primero.
Nunca dejará de sorprenderme escuchar frases tipo:
Me tocan INFINITAMENTE los cojones las respuestas automáticas programadas para centros de atención al cliente tipo vodafone, telefónica, orange, y un largo etcétera! ¿¿¿En qué momento la máquina sustituyó a las personas??? Ese momento fue un gran error!!
Si el hombre nació descalzo... ¿¿quien inventó los zapatos???
¿Cómo algo inmaterial puedo hacernos más daño que un puñetazo en la cara?
TU TIENES EL RELOJ, YO TENGO EL TIEMPO
entrevista realizada por VÍCTOR-M. AMELA a:MOUSSA AG ASSARID,
No sé mi edad: nací en el desierto del Sahara, sin papeles...! Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo.
¡Qué turbante tan hermoso...!
- Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través.
Es de un azul bellísimo...
- A los tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados...
¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?
- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuareg, es el color del mundo.
¿Por qué?
- Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.
¿Quiénes son los tuareg?
- Tuareg significa "abandonados", porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.
¿Cuántos son?
- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!", denunciaba una vez un sabio: yo lucho por preservar este pueblo.
¿A qué se dedican?
- Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio...
¿De verdad tan silencioso es el desierto?
- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.
¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?
- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre... Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!
¿Sí? No parece muy estimulante...
- Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas... Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.
Saber eso es valioso, sin duda...
- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!
Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?
- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!
¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?
- Vi correr a la gente por el aeropuerto.. . ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro...
Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...
- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer?, me pregunté... Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida: vi correr el agua... y sentí ganas de llorar.
Qué abundancia, qué derroche, ¿no?
- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...
¿Tanto como eso?
- Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.
¿Qué pasó con su familia?
- Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa... Entendí: mi madre estaba ayudándome...
¿De dónde salió esa pasión por la escuela?
- De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo...
Y lo logró.
- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.
¡Un tuareg en la universidad. ..!
- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella... Y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra... Aquí, por la noche, miráis la tele.
Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?
- Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!
Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.
- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...
Fascinante, desde luego...
- Es un momento mágico... Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor... La calma nos invade a todos: los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor...
Qué paz...
- Aquí tenéis reloj, allí ... tenemos tiempo.
Y se creó la luz, y con ella se generaron las formas y los espacios donde habita el hombre.
Esta entrada está especialmente relacionada con esta otra "encerrada en el tiempo". Bien podría titularse "encerrados en nuestros pagos".
Ahí están todas esas cosas que guardamos "porsi". No solo ropa vieja, también objetos sin utilidad aparente que guardamos por si en un futuro nos sirvieran para algo.
Todos deberíamos realizarnos tres preguntas unas cuantas veces a lo largo de nuestras vidas. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?
(Fíjense Vdes que no va tan desencaminada la viñeta)
Fotografía: En el enlace está la dirección de donde la encontré, 
Me encanta hacer regalos. Incluso más que recibirlos. Un regalo es una ilusión, mi ilusión de hacer feliz por un momento a una persona querida, con algo que se que le va a gustar, emocionar... Me encanta el momento de entregar mi regalo y esperar nerviosa a que su destinatario lo desenvuelva y vea el contenido. Esa cara, ese gesto, ese momento, es mi recompensa.
Después de mi entrada a cerca de lo molesto que me resulta ir a la gasolinera, contaré un suceso reciente de cuyo asombro aun no he salido... Aun no se si fue un espejismo, un sueño hecho realidad, una ilusión....
Circulaba yo por las calles de una ciudad desconocida, buscando un lugar que se resistía a ser encontrado, preocupada por la escasez del líquido negro que tan rápido chupaba mi cuatro ruedas... Avisté a lo lejos una gasolinera de desconocida marca que fortuitamente se cruzaba en mi trayecto.
Me detuve, ante el inminente final de la reserva de mi depósito, visto el éxito de mi búsqueda y teniendo en cuenta que aun debía de volver a casa.
Y bajé del coche en aquel paraje desolador, en medio de un polígono, con olor a gasoil, iluminado por fluorescentes que antaño tubieron que deslumbrar pero que hoy por hoy a penas proporcionaban una luz mortecina.
Me acerqué a la caja donde un amable señor tubo a bien de cargar 10€ de gasoil en mi surtidor, previo pago. Y tras este rutinario gesto regresé a mi coche dispuesta a repostar.
Cual fue mi sorpresa... Cuando al colocar la pistola dentro del agujero del depósito, e intentar sin esperanza que la palanquita se sostuviera durante el proceso, esta se quedó sujeta! Y por fin... después de infinitas recargas aguantando la pistola durante euros y euros de gasoil, pude quitar la mano del surtidor!! Y esperar cómodamente a que finalizara la carga!
Pero eso no es todo! Hayábame yo en pleno gozo y disfrute del momento cuando el repostaje alcanzó los 9€, que es cuando habitualmente la velocidad de la carga se reduce considerablemente, haciendo estos últimos céntimos interminables, cuando observé que el marcador seguía corriendo a la misma velocidad! oO_Oo
Y así fue como en un santiamén mi coche recibió sus 10€ de gasoil, cómodamente proporcionados por un surtidor con espera automática y raudo y veloz!
Y de nuevo me monté en el coche dispuesta a seguir mi camino, no sin salir de mi asombro por aquel gran descubrimiento, y a la vez sintiendo desdicha por no tener semejante maravilla de la tecnología surtidorífica en las gasolineras cercanas a mi nucleo urbano... :(
